INFRAESTRUCTURA
Conservación del agua
Lunes, 13 de marzo de 2015
La sequía del ‘94
La historia de Puerto Rico marca periodos de sequía en 1934, 1974, 1967 y, una de las más recordadas, la de 1994. Esta última afectó la flora y fauna de los embalses, al igual que los ríos. Al repasar el archivo histórico de la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA), encontramos datos relevantes de cómo se manejó la crisis.
Cabe destacar que en aquel entonces, la AAA no contaba con infraestructura ni embalses importantes como los que tiene ahora. Por ejemplo, el Superacueducto del Norte y los embalses fuera de su cauce, como el Río Blanco en Naguabo y el de Fajardo.
Ahora bien, el director ejecutivo de la AAA en el ’94, Emilio M. Colón, en un escrito realizado para el boletín interno de la agencia, indicó que el problema de aquella crisis se debió a varios factores. Describió que lo primero con lo que se encontraron fue con “una falta de visión y planificación de la infraestructura adecuada”. También precisó que la falta de conciencia en la ciudadanía por el uso del agua fue un factor influyente. Otros factores mencionados por el exdirector fueron: la pérdida del agua, la sedimentación del embalse de Carraízo y “la falta de una política pública firme para abastos de agua”.
A pesar de lo descrito anteriormente por Colón, la agencia tuvo que implementar estrategias que ayudaran al país y a la agencia a salir adelante. Lo primero que se hizo, como es usual en casos de emergencias, fue activar el protocolo para estos casos que incluía la activación del Centro de Operaciones de Emergencias (COE). El COE atendía llamadas de la ciudadanía y de la prensa desde las 5:00 de la mañana hasta las 9:00 de la noche.
Otra operación que se llevó a cabo en aquel momento, fue el dragado del embalse Carraízo. La AAA aprovechó el nivel sumamente bajo en que se encontraba el embalse y propuso realizar un dragado. El mismo comenzó en junio de ese año y se pudo culminar en 1998 a un costo aproximado de $100 millones. Se removieron unos 6 millones de metros cúbicos de sedimentos. Es importante señalar que ante la emergencia de sequía, la agencia pudo conseguir los permisos necesarios de una manera más rápida; estos permisos se habían intentado conseguir desde 1982.
Las interrupciones programadas fue una de las operaciones utilizadas en la sequía del ’94. Comenzó a implementarse el 25 de abril de 1994, solo en periodos de alto consumo y, en muchas áreas, se estableció un programa de regulación de presiones. No obstante, ante la ola de calor que se experimentaba en la isla, las personas comenzaron a utilizar el agua de manera desmedida. Por lo tanto, fue necesario implantar un programa de interrupciones programadas más riguroso. Comenzó por periodos de 12 horas y se fue incrementando hasta llegar a 32 horas en la zona metropolitana.
En agosto, la situación empeoró. Los niveles de La Plata y Carraízo experimentaron reducciones dramáticas, por lo que se llegó a racionar el agua en periodos de 36 y 40 horas para los clientes servidos de esas represas. El racionamiento duró hasta principios de septiembre de ese año, cuando cayeron las primeras lluvias fuertes registradas en meses. El embalse de Carraízo fue el primero en recuperar sus niveles, pero La Plata llegó a sus niveles óptimos en verano de 1995.
Como medida de mitigación, fue necesario establecer un Centro de Distribución de Agua Potable, especialmente para escuelas y colegios, hospitales y agencias gubernamentales. De igual forma, era el lugar donde se abastecían los camiones cisternas para luego repartir agua a las comunidades.
El impacto económico de la sequía y la falta de abastos adecuados fue estimado en $200 millones e impactó la vida diaria de 1.6 millones de personas en el país.